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La Guerra de una Madre Traicionada novel Chapter 253

Capítulo 253

Sabrina esbozó una leve sonrisa, sus ojos reflejando un destello de astucia apenas perceptible.

-Señor Carvalho, si ni siquiera deja que la señorita realice las tareas más básicas, entonces es otro asunto completamente distinto. Si teme que Hernán le complique las cosas a la señorita, puede venir todos los días a supervisar. Estoy segura que Hernán no solo no se molestará, sino que podría interpretar el gesto del señor Carvalho como una muestra de afecto tan genuina que hasta consideraría entregarle la medicina para su madre.

Iván no pudo evitar observar detenidamente a Sabrina, analizando la sutileza venenosa escondida tras sus palabras aparentemente inocentes. Buenas intenciones…” Esa frase aplicada a la esposa de su jefe no representaba problema alguno, pero al referirse a otras mujeres, adquiría un tono mordaz indescriptible. Su propia madre necesitaba que su esposa consiguiera la medicina con genuina preocupación, y sin embargo, él se desvivía por otra mujer con devoción inquebrantable.

André captó de inmediato el sarcasmo destilado en las palabras de Sabrina. Con voz calmada pero firme, contestó:

-No necesitas ser sarcástica. Aunque Araceli se recupere completamente, no estaré con ella.

Sabrina adoptó una expresión de falsa comprensión, sus labios curvándose en una sonrisa que

no alcanzaba sus ojos.

-¿La formalidad ya no importa, verdad? Al señor Carvalho le atrae más la emoción de lo prohibido, ¿no es así?

-¡Sabrina!

Sabrina ocultó el desprecio que amenazaba con manifestarse en su mirada y adoptó una expresión neutral.

-¿El señor Carvalho necesita algo más? Si no, le agradecería que se retirara, tengo que limpiar

la casa.

Sin esperar respuesta, Sabrina comenzó a organizar meticulosamente la habitación, ignorando deliberadamente la presencia de André. Él permaneció inmóvil observándola por unos

instantes, antes de finalmente dar media vuelta y marcharse con pasos lentos y pesados.

Nadie supo exactamente qué le había comunicado André a Araceli, pero a la mañana siguiente,

ella apareció en la puerta con expresión serena y calculada.

-Hernán, señorita Ibáñez, pequeño Romeo, ¿están todos bien?

Lanzó una mirada fugaz pero cargada de intención hacia Sabrina y continuó con voz

melodiosa:

-En realidad, Fabián no suele comportarse así normalmente, pero como ha habido tantos

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malentendidos con la señorita Ibáñez, por eso se generó tanto problema.

-Señorita Ibáñez, siendo sincera, conociendo el temperamento de Fabián, ¿por qué lo provocó? Su tono llevaba un sutil reproche, cuidadosamente calibrado para parecer preocupación

-Hernán ya no es joven, y Romeo es tan pequeñoSi no piensa en su bienestar, al menos debería considerar el de ellos, ¿no cree?

La actuación de Araceli resultaba impecable como siempre. Con apenas unas frases calculadas, había transferido hábilmente la culpa de Fabián hacia Sabrina.

Hernán, inmune a su manipulación, soltó un resoplido despectivo.

-No sirves para nada útil, pero para hablar eres experta. En vez de estar aquí parloteando, mejor haz algo productivo. Este es tu trabajo de hoy.

Sin más ceremonias, Hernán colocó seis enormes bolsas repletas de hierbas sin clasificar frente a Araceli.

Al contemplar la montaña de trabajo que tenía delante, Araceli quedó visiblemente consternada.

-¿Por quépor qué tantas? —miró a Romeo parado a su lado—. Él solo tiene tres bolsas, ¿por qué debo clasificar el doble? No es justo.

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