Capítulo 232
Sabrina escuchó aquellas palabras y sintió un calor reconfortante expandiéndose en su pecho. Últimamente, Romeo parecía haberse encariñado profundamente con ella; adondequiera que fuera, él insistía en acompañarla, como una pequeña sombra que se negaba a separarse de su
lado.
Al día siguiente, Sabrina intentó comunicarse con André nuevamente, pero su llamada quedó sin respuesta. En la pantalla de su celular contempló la serie de mensajes que le había enviado, todos sin contestación.
[André, ¿cuándo vamos a divorciarnos?]
[Ya me prometiste que nos divorciaríamos. ¿Piensas romper tu palabra otra vez?]
[Si no cumples tus promesas, ¿realmente puedes llamarte hombre?]
[¿De verdad quieres divorciarte o no?]
André no había respondido ninguno. Sin darse cuenta, Sabrina deslizó sus dedos por la pantalla hasta llegar a conversaciones anteriores. Casi todos eran también mensajes que ella había enviado unilateralmente; las respuestas de André eran escasas, reducidas a monosílabos distantes.
-Sí.
-Va.
-Estoy ocupado.
-Ya lo sé.
/ cada vez que prometía devolverle la llamada, en diez ocasiones, al menos ocho veces
ncumplía su palabra.
¡Este tipo nunca cumple lo que promete!”
No, no era que incumpliera sus promesas en general; simplemente no las cumplía con ella.
Apenas unos minutos después de colgar, el celular de Sabrina volvió a w. Era su abogado.
-Señorita Ibáñez, la corte ya aceptó su solicitud de divorcio. Se espera que después de las iestas notifiquen al señor Carvalho… ¿Todavía mantiene su decisión de seguir adelante?
-Sí, claro que sí -respondió Sabrina con firmeza.
-Perfecto. Si cambia de opinión, avíseme de inmediato.
Al terminar la llamada, Sabrina exhaló profundamente, liberando parte de la tensión acumulada. Por fortuna había tomado precauciones; de lo contrario, André la habría engañado una vez más. Solo que este camino estaba destinado a convertirse en una batalla prolongada
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15.01
Capitulo
y agotadora.
Sabrina llevó a Romeo a la clínica. Al encontrarla completamente vacía, sin un solo paciente esperando, el niño abrió los ojos con asombro.
–Señorita Sabrina, ¿segura que es aquí?
Sabrina asintió levemente.
-Sí, aquí es.
Romeo observó el lugar con evidente curiosidad.
-Pero, ¿no dijo el señor Hernán que estaba muy ocupado y que le faltaba personal?
Sabrina también encontró extraña la situación. Antes, cuando venía a ayudar, solía haber algunos pacientes esperando. Hoy, sin embargo, el lugar estaba desierto.
Poco después de entrar, Hernán salió de una habitación interior con algunas hierbas medicinales en las manos.
-Ya llegaron–comentó, colocando las hierbas sobre la mesa mientras observaba a Romeo de pie junto a Sabrina-. ¿Este es el niño del que me hablaste?
Sabrina asintió en silencio.
Una sonrisa genuina apareció en los labios del anciano.
-Nada mal, se ve más encantador que tu hijo.
Hernán siempre expresaba sus pensamientos sin filtro; tenía una boca dura pero un corazón noble, así que Sabrina no se molestó por el comentario.
-Romeo, saluda al señor Hernán.
El niño, con voz dulce y educada, dijo:
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