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La Guerra de una Madre Traicionada novel Chapter 239

Capítulo 239

La esposa de Hernán falleció hace diez años en un trágico accidente. Desde entonces, abandonó la mansión familiar y se refugió en aquella vieja clínica, donde su personalidad se tornó cada día más peculiar. El establecimiento, situado en un paraje remoto y alojado en un edificio desgastado por el tiempo, apenas recibía visitas de pacientes. El temperamento inusual de Hernán ahuyentaba a los pocos valientes que se aventuraban a solicitar sus servicios, provocando que se marcharan indignados ante sus comentarios mordaces. Durante todo un año, ningún enfermo cruzó el umbral de su consulta.

A Hernán esto no le preocupaba en absoluto. Su propósito al instalarse en aquel lugar no era atender al público, sino preservar intactos los recuerdos preciosos junto a su amada esposa. Sin embargo, sus extraordinarias habilidades médicas eventualmente trascendieron, propagando su reputación por los alrededores.

Fue entonces cuando conoció a Sabrina. A lo largo de su existencia, había tratado con innumerables personas de toda índole, pero jamás se había topado con alguien tan perseverante y dedicada como ella. Ciertamente, sin esa determinación inquebrantable, no habría soportado tanto tiempo a un esposo tan negligente como André.

Durante sus momentos libres, Sabrina visitaba frecuentemente la clínica. Siempre llegaba con algún detalle culinario preparado por sus propias manos. Hernán distaba mucho de ser un anciano convencional; cuando recibía obsequios que no eran de su agrado, no vacilaba en expresarlo abiertamente.

-Esto está tan malo que ni un perro lo comería -le devolvía los alimentos a Sabrina sin el menor reparo cuando no satisfacían su exigente paladar.

Sabrina nunca se ofendía ante sus críticas despiadadas y siempre preguntaba con genuina amabilidad:

-¿Qué sabores le gustan, Hernán? Para anotarlos y preparar algo mejor la próxima vez.

-Me gusta el chocolate amargo, no soporto el azúcar en exceso, prefiero los sabores intensos, nada de esas cosas insípidas que preparas -respondía Hernán sin filtro alguno, enumerando detalladamente todas sus preferencias y aversiones.

Sabrina creó específicamente un cuaderno para registrar los gustos del anciano. Gradualmente, aprendió a elaborar platillos que Hernán disfrutaba plenamente. Cuando el invierno se aproximaba y tejía guantes para Thiago, confeccionaba también un par para su viejo amigo. Para Sabrina, Hernán representaba la figura del abuelo que nunca tuvo. A pesar de su lengua afilada como navaja, poseía el corazón más noble que había conocido. Hernán, por su parte, reconocía la sinceridad en las atenciones de Sabrina. Por eso, antes de retornar definitivamente al seno de la familia Castaño, planeaba entregarle un obsequio especial.

Sin embargo, antes de materializar su intención, André se presentó voluntariamente en la clínica. Una presa que se entrega por misma no podía desaprovecharse. ¡Si no les impartiera una lección memorable, no sería digno de llamarse Castaño!

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Capitulo 239

Sabrina observó hacia el exterior y disminuyó el volumen de su voz considerablemente.

-Hernán, ¿es verdad que Araceli tiene una enfermedad terminal?

Hernán esbozó una sonrisa maliciosa,

-¿Tú crees? Mírala saltar de un lado a otro, ¿Te parece que alguien con una enfermedad terminal tendría esa energía?

Sabrina no mostró sorpresa alguna ante la revelación. Preguntó con voz suave:

-¿Por qué la ayudas a mantener esa mentira? ¿Por qué no la expones?

-Esos dos idiotas ya están completamente cegados por ella. Aunque les explicara con lujo de detalles la verdad, bastaría con que ella derramara un par de lágrimas para que desconfiaran de respondió Hernán con serenidad.

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