Capítulo 237
André, consciente de su culpa, adoptó un tono inusualmente menos frío mientras enfrentaba la mirada acusadora de Sabrina.
-Ese día Araceli tenía chequeo médico, no pude desocuparme.
Una sonrisa sarcástica se dibujó en los labios de Sabrina, sus ojos reflejando un dolor disfrazado de desdén.
-¿No pudiste ni avisarme? Por la mañana me dejaste plantada y prometiste venir por la tarde. No llegaste, ni siquiera mandaste mensaje. André, diriges una compañía y no cumples tu palabra. ¿Así te consideras un hombre?
Su voz, normalmente dulce, ahora dolía. Aquella agresividad inusual en ella creaba un ambiente denso.
La mirada de André se ensombreció mientras su voz adquiría un tono más grave, defensivo.
-Sabrina, ya deja de hacer tanto drama por nada. Antes no eras tan inmadura.
Ella reaccionó como si hubiera escuchado el chiste más absurdo del mundo.
-¿Me dejas plantada una y otra vez y dices que yo hago drama? André, ¿tratas igual a tus socios? Si no cumples con ellos y te piden explicaciones, ¿también les dices que hacen drama y son inmaduros?
Los ojos de André se tornaron oscuros, impenetrables.
-Sabrina, eres mi esposa, la persona más cercana que tengo. Pensé que entenderías mejor que los demás.
El rostro de Sabrina se transformó en una máscara de burla; incluso sus cejas parecían cubiertas por una capa de escarcha invernal.
-Ahórrate esas palabras bonitas. ¿Esposa? ¿Persona cercana? André, ¿tienes cara para decir eso? Tu mamá también es cercana a ti. ¿La dejarías plantada tan fácil como a mí, rompiendo tu palabra?
Sabrina clavó su mirada en los ojos de André, pronunciando cada palabra con claridad cortante:
-No soy más que tu bote de basura, que puedes usar y tirar cuando se te antoje. No creo que trates a nadie más así, solo a mí.
André quedó momentáneamente desorientado. Era cierto: aparte de Sabrina, no trataba a nadie más con tal desdén. En el fondo siempre había sentido que, sin importar lo que hiciera, ella entendería y no lo presionaría. En ese instante comprendió que quizás había sido demasiado informal con ella. Tal vez esta vez realmente había cruzado una línea.
-Tienes razón, fue mi error. Te pido disculpas. Te prometo que no volverá a pasar. Aunque no pueda ir, te llamaré para avisarte.
1/2
Lo único que recibió como respuesta fue una sonrisa helada, cargada de desprecio.
-André, ya no creeré ni una sola palabra tuya.
Sabrina no pretendía seguir discutiendo viejas heridas. Tenía perfectamente claro que André nunca la había considerado importante. Pero esta vez la furia sobrepasaba sus límites habituales. Mirándolo directamente a los ojos, pronunció con firmeza:
Comments
The readers' comments on the novel: La Guerra de una Madre Traicionada