Capítulo 235
Un destello de suspicacia había cruzado su mente desde el principio. Aquella extraña hostilidad que Hernán mostraba hacia ellos le había parecido inusual, pero la atribuyó simplemente a un temperamento difícil. Ahora, al ver a Sabrina en este lugar, las piezas del rompecabezas encajaban perfectamente en su mente.
Fabián contempló la escena durante unos instantes antes de que la comprensión iluminara su
rostro.
-¡Ahora todo tiene sentido! ¡Ayer nos trataste mal a propósito, viejo necio!
-¿Tratarlos mal a propósito? -Hernán arrugó el entrecejo mientras dejaba escapar un resoplido indignado-. ¡En esta casa no recibimos a gente arrogante! ¿Quieren que los atienda pero no bajan su orgullo? ¿Les digo unas cuantas verdades y ya dicen que los trato mal?
¿Y piensan que lo de ayer fue algo? Cuando Sabrina vino por medicinas para su suegra, ¡le dije cosas mucho peores!
Hernán giró hacia André con mirada penetrante.
-Y tú… ¿Por qué tendría que saber quién eres? En estos dos años que ella ha venido por medicinas para tu mamá, ¿alguna vez te apareciste por aquí?
-Nunca has venido, ¿cómo voy a saber quién es quién? ¿De verdad crees que todo mundo debe conocerte? ¡Qué ridículo!
El enojo de Hernán crecía visiblemente con cada palabra.
-Andas de aquí para allá con otras mujeres, buscando medicinas con tanto esfuerzo, pero solo tienes críticas para tu esposa. Parece que en tu corazón, tu madre no importa tanto como esa otra mujer.
Los ojos de Hernán, cargados de desdén y sarcasmo, taladraban a André sin piedad.
-Ya se te olvidó todo lo que sufriste, ¿verdad? Seguro ni recuerdas desde cuándo no tienes ese dolor de estómago y el insomnio. Si no fuera por ella, ¿crees que andarías tan campante llevando a otras mujeres al doctor? ¡Ya estarías retorciéndote del dolor!
-¡Fuera, fuera, fuera! ¡Aquí no queremos ingratos! Si hubiera sabido que tú eras el esposo de Sabrina, ¡desde ayer los habría sacado a patadas!
Tanto el organismo de Thiago como el de André habían experimentado una notable mejoría gracias a los cuidados meticulosos de Sabrina. Durante estos dos años, ella había absorbido valiosos conocimientos bajo la tutela de Hernán.
Tras escuchar todo esto, los tres, incluido André, comprendieron la magnitud de su equivocación.
-¡Hernán, ayer prometiste que ibas a atender a Araceli, no puedes retractarte ahora! -se apresuró a decir Fabián-. Dicen que los médicos tienen vocación de servicio, si Araceli se
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muere porque no quieres ayudarla, ¡serás responsable!
Hernán, con la sabiduría que le otorgaban sus años, no se dejó intimidar.
-¡Adelante, llama a la policía si quieres!
Fabián intentó replicar, pero André lo detuvo con un gesto.
-Señor Castaño, ¿qué tenemos que hacer para que acepte atender a Araceli? -preguntó André, sosteniendo la mirada del anciano enfurecido.
Aunque albergaba ciertas reservas sobre las capacidades médicas de Hernán, en este momento carecían de alternativas mejores, así que valía la pena intentarlo. Además, a lo largo de estos años, su madre había consumido los remedios de Hernán y sus jaquecas habían disminuido considerablemente. Tanto su condición física como la de Thiago habían mejorado notablemente. Este anciano indudablemente poseía algunas habilidades genuinas.
Hernán entrecerró los ojos con astucia.
-No quiero ser el malo que no ayuda. Si quieren que trate la enfermedad… Que sea como cuando Sabrina vino por medicinas para su suegra, que se queden a ayudar con las tareas.
-Como está tan enferma, solo le pido a esta muchacha que me ayude una semana, igual que lo hizo Sabrina, apoyando con los quehaceres pequeños. Si aguanta una semana, atenderé su enfermedad.
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